martes, 14 de julio de 2009

Infierno tubular

Hace algunos años, cuando iba por las mañanas al trabajo, escuchaba la sección “los odios” del programa “No somos nadie” de Pablo Motos.

Lo cierto es que me reía mucho con las fobias de la gente, pues algunas eran originales y otras, desternillantes. Dos de ellas se me quedaron en la memoria para siempre: una señora, que decía estar harta de ser vieja porque cada vez que abría la boca se le caían los dientes (desternillante momento), y un señor que decía odiar al músico británico Mike Oldfield.

De esta segunda afirmación voy a hablar. Este señor se quejaba de que le diesen la vara con tanto Tubular Bells I, Tubular Bells II, Orchestral Tubular Bells, Millenium Bell y demás análogos.

Mucho se ha hablado de Tubular Bells y por eso no voy a comentar nada nuevo de este disco que no pueda encontrarse en otras páginas web o blogs. Que es una obra maestra es una afirmación que está fuera de toda duda, aunque no fue ni de lejos la primera obra que escuché de este músico (por suerte).

De hecho, hasta los 17 años o así yo era un profano de la música al que le molestaba cualquier sonido musical, incluso el de una flauta dulce, y las peleas con mi hermano sobre el volumen que ponía el tocadiscos eran constantes, especialmente con cierto músico que mi madre y yo apodábamos “el rascatripas” y su disco raro que tenía pintado un tubo retorcido enorme.

Pues una tarde de ese verano que cumplía 17 añitos (si no me falla la memoria), estaba tan aburrido que se me ocurrió poner una “casette” de Modern Talking (cara A) y China Crisis (cara B). De Modern Talking me gustaron algunas canciones, discotequeras pero que sonaban bien. Sin embargo, en la cara de China Crisis encontré una melodía instrumental preciosa, que me cautivó en el acto.

Se lo comenté a mi hermano, y no veáis la cara que se me quedó cuando me dijo: “Eso no es China Crisis, sino Mike Oldfield”. El tema que escuchaba era el “Taurus II” de su álbum Five Miles Out.

Sí, mi odiado “rascatripas”. Y poco después, descubrí otro disco que me enamoró (musicalmente), era “Hergest Ridge”, y aquello me destapó definitivamente mis atrofiados oídos.

Después vinieron otros músicos: Jean-Michel Jarre, Vangelis, Enya, Pink Floyd, Dire Straits, U2... Más tarde, la explosión clásica: Bach, Haydn, el “sordo”, Brahms, Bruckner, Mahler... y los éxitos del pop-rock internacional, por supuesto. Pero siempre quedará Mike Oldfield como el hombre que me abrió los ojos a la música. Y eso es mucho, así que a nadie le sorprenda el por qué de mi admiración hacia este compositor/multiinstrumentista/productor/etc.

Por desgracia, cada día me resulta más difícil decirle a la gente lo mucho que me gusta su música. Esta espiral tubular de lanzar, cada vez con más frecuencia, secuelas del Tubular Bells, refritos y remasterizaciones ha llegado a un punto que, para mí, carece totalmente de sentido, a no ser que haya un interés lucrativo de por medio, claro.

Hagamos cuentas: 1975, The Orchestral Tubular Bells (interpretado por una orquesta sinfónica); 1992, Tubular Bells II (bonito, lo reconozco); 1994, Tubular World (track de su disco “Songs of Distant Earth”, su última gran obra maestra); 1998, Tubular Bells III (el peor, muy comercial para mi gusto y demasiado “ibicenco”); 2000, Millenium Bell (con la campanita en la portada, aunque poco tiene que ver musicalmente hablando); 2003, Tubular Bells 2003 (regrabación para corregir los fallos del original, pero en mi opinión mejora algunas partes y estropea otras); 2008, Music of the Spheres (que podría llamarse perfectamente Tubular Bells IV)...

… y el otro día me entero del lanzamiento del “Tubular Bells 2009”, una remasterización. No pude evitar una sonora carcajada al escuchar el anuncio.

Por favor, basta ya de refritos tubulares, me parece ridículo. Toda esta explosión tubular no es ajena al declive creativo de su autor, ya que desde “The Songs of Distant Earth” cuesta encontrar cada vez más algo interesante de este músico revolucionario que apuntaba maneras de genio.

Sólo conozco un caso parecido al de Oldfield: Anton Bruckner (tiene 4 ó 5 versiones de su sinfonía “Romántica” y revisó casi todas sus restantes sinfonías, pero eso es otra historia y sus motivos creo que eran bastante distintos). Curiosamente, también este compositor clásico figura en mi lista de predilectos.

Para acabar, un comentario que publicó hace años la revista “el jueves” y que en su momento no me hizo gracia:

Después de lanzar Tubular Bells I y Tubular Bells II, Mike Oldfield publica Tubular Bells III, siguiendo con su estilo de música que ya se puede definir como neurosis obsesiva”.

No quiero imaginar lo que dirían a día de hoy.

P.D.: a pesar de todo le sigo admirando, y disfruto escuchando “Music of the Spheres” incluso con los refritos tubulares que contiene, pero hay que ser crítico y no dejarse llevar por el fanatismo friki. Que incluso los genios se equivocan.

P.D.2.: en cierto blog he leído que la mundialmente famosa melodía con que se abre el Tubular Bells, está inspirada (si no plagiada) en música de Johann Sebastian Bach. ¿Verdad o falso? Inquietante, y más si recuerdo que el tema “Conflict” (QE2) se lo atribuía Mike por entero cuando cualquier melómano reconocería al instante un extracto de un conocido concierto, cuyo nombre no recuerdo, del mismo Bach.

P.D.3.: en otra ocasión volveré a hablar de Oldfield, y espero encontrarme más inspirado para comentar las muchas maravillas musicales que nos ha dejado. Porque una cosa es cierta: este músico es único.

2 comentarios:

Los sueños vuelan dijo...

A mí no me gustan absolutamente ninguno de los musicos que mencionas, incluso hay uno que le tengo una mania que ni te imaginas, pero bueno, si a ti te gustan, tienen que haber gustos para todo.

Solo eso...

Fran dijo...

Ya me imagino de quién se trata... Bien sûr que je le connais si bien...