martes, 8 de diciembre de 2009

Tarde sinfónica...

Venía el otro día conduciendo de vuelta de trabajar. Había salido tarde, muy tarde, y estaba cansado. Por suerte, haciendo "zapping" por la radio, sintonicé con una emisora de clásica cuya música me sonaba.

En efecto, tuve la suerte de "pillar" una audición de un concierto donde se interpretó la octava y novena sinfonías de Beethoven. Conozco bien las dos obras, pero una de las ventajas de escuchar música clásica es que hay tantas versiones de una obra como orquestas y directores, y mira, aunque ya conozcas esa obra siempre te encontrarás con matices nuevos o diferentes que te animan a escucharla de nuevo.

Antes de sonar la Novena, la "Sinfonía Coral", el locutor explicó una serie de anécdotas sobre esta obra. Algunas ya las conocía. Otras, no.

Por ejemplo, sabía que la Novena tuvo una génesis difícil, como tantas obras maestras. Beethoven la estrenó en 1824, pero hacía muchos años que esta sinfonía ya le daba vueltas en la cabeza. También hacía mucho que el genio estaba completamente sordo, así que el día del estreno, en el teatro de la Corte Imperial, en Viena, tuvo que dirigir el estreno con la ayuda de un director, en cual dirigía la orquesta basándose en las indicaciones de Beethoven. Algo así como lo que vemos en el película "Copying Beethoven", pero al revés.

También sabía que el éxito fue apoteósico y conocía la anécdota en la que un miembro de la orquesta (¿la mezzosoprano?) hizo darse la vuelta a Beethoven para que reverenciase al público, totalmente entregado en aplausos y ovaciones, ya que no se enteró del éxito a causa de su sordera.

Lo que no sabía es que la crítica especializada, al día siguiente, publicó unos comentarios bastante menos favorables sobre esta sinfonía. Algunos decían que la obra era larguísima, interminable, que los "fans" de Beethoven se llevarían un buen chasco. Es increíble, pero es así.

Y lo "peor". Beethoven dedicó la "Novena" al rey de Prusia y éste, en compensación, le regaló un anillo con diamante. Beethoven se sintió defraudado ante semejante ofrenda, pues él esperaba recibir algún tipo de condecoración. Y no quiero imaginar la cara que debió poner cuando, más tarde, supo que el diamante era falso...

Por último, si alguno de los que seguís este blog aún no la habéis escuchado, probad de escucharla entera, o al menos, el último movimiento, el coral. Es música y belleza en estado puro.

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